Historias de la Biblia hebrea
EL LARGO VIAJE DE LOS ISRAELITAS TERMINA

Historia 32 – Números 20:1-21:1-24
Así que, después de haber llegado a la frontera de la tierra prometida, los israelitas tuvieron que regresarse al desierto a esperar que murieran allí por no haber creído en el Señor. En el desierto de Paran, se quedaron por casi cuarenta años, y sin esperanzas de nada; los jóvenes crecieron y los ancianos murieron. Al final de los cuarenta años el pueblo de Israel regresó a Cades, había una escasez de agua, los pozos de donde habían sacado agua antes ya estaban secos. La gente empezó a reclamarle a Moisés, como de costumbre lo hacían cuando se enfrentaban con problemas. Culparon a Moisés por haberlos traído a esa tierra tan desolada sin alimento y sin agua.

El Señor le dijo a Moisés: “Toma tu vara reúne a la gente, y en presencia de ellos, ordena a la roca que te dé agua. Así harás que de ella brote agua, y darás de beber a todos y a sus ganados”. Tal como el Señor se lo había ordenado, Moisés y Aarón reunieron a la gente y allí Moisés se paró en frente de la roca con la vara en mano. Pero Moisés no hizo exactamente como el Señor le había mandado. Dios le dijo que le hablara a la roca, pero en vez de eso, Moisés desobedeció a Dios y le habló a la gente: “¡Escuchen, rebeldes! ¿A caso tenemos que sacarles agua de esta roca?” Dicho esto levantó la mano y dos veces golpeó la roca con la vara, ¡y brotó agua en abundancia, como lo habían hecho en años pasados cerca del Monte Sinaí, y así bebieron toda la asamblea y su ganado! Pero Dios no estaba contento con Moisés porque no había obedecido exactamente como el Señor le había dicho. Así que Dios les dijo a Moisés y a Aarón: “Por no haber confiado en mí, ni haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no serán ustedes los que lleven a esta comunidad a la tierra que les he dado, ni entrarán en ella”.

Un acto de desobediencia les costó a Moisés y a Aarón el privilegio de poder dirigir a la gente a la tierra prometida. En este mismo tiempo Miriam, la hermana de Moisés y su hermano Aarón murieron en Cades.

¿Recuerdas cuando Miriam era niña, y ayudó a salvar a su hermanito Moisés cuando era un bebé? También dirigió el cántico que cantaron cuando cruzaron el Mar Rojo. Después de su muerte, Moisés, Aarón, y Eleazar, hijo de Arón subieron al monte Hor. Aarón murió en el monte, y Moisés y Eleazar lo enterraron. Una vez hecho esto, bajaron del monte y su hijo Eleazar tomó el lugar de su padre como sacerdote.

En lo que estaban en Cades al sur de Canaán, trataron nuevamente de entrar a la tierra prometida. Pero los que habitaban allí eran los cananeos y los amorreos, gente muy fuerte para ellos, y los echaron en corrida una vez más. Los cananeos y los amorreos eran descendientes de Esaú, el hermano de Jacob, y los israelitas eran descendientes de Jacob. Así que los edomitas eran parientes de los israelitas. Moisés mandó un mensaje al rey de Edom que decía: –Así dice tu hermano Israel: “Tú conoces bien todos los sufrimientos que hemos padecido. Sabes que nuestros antepasados fueron a Egipto, donde durante muchos años vivimos, y que los egipcios nos maltrataron. Pero estamos en camino a la tierra prometida de Canaán que el Señor nos prometió. Tenemos que pasar tu tierra para llegar a ella, sólo te pedimos que nos dejes cruzar por tus dominios. Te prometo que no les haremos daño alguno; no entraremos en ningún campo, ni viña, ni beberemos agua de ningún pozo al menos que te paguemos por el agua si tomamos una poca”.

Pero el rey de Edom tuvo miedo de tener en su tierra a tanta gente con sus ganados. Llevó su ejército y los corrieron. Moisés no quería pelearse con sus parientes cercanos, así que se los llevó todo alrededor de Edom, haciendo su viaje aún más largo. Era un viaje muy pesado porque tenían que pasar por valles con clima muy caliente, y esto los hizo retirarse más de Canaán. Sin embargo, era la única manera de no pasar por Edom y causar problemas.

A través de este viaje, los israelitas comenzaron a replicar otra vez diciendo: “¿Para qué nos trajeron ustedes de Egipto a morir en este desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua! ¡Ya estamos hartos de esta pésima comida! ¡Ojalá pudiéramos regresar a Egipto!” Entonces el Señor les mandó contra ellos serpientes venenosas, para que los mordieran, y muchos israelitas murieron. El pueblo se acercó entonces a Moisés, y le dijo: “Hemos pecado al hablar contra del Señor y contra ti. Ruégale a Dios que nos quite esas serpientes”. Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: “Hazte una serpiente de bronce, y ponla en un asta. Todos los que sean mordidos y la mire, vivirán”. Moisés hizo una réplica de bronce de la serpiente y la puso en un asta a la vista de todos. Los que eran mordidos, miraban a la serpiente de bronce y vivían.

Esta serpiente de bronce era la enseñanza de Cristo, aunque fue dada mucho más antes de que Cristo viniera. El Nuevo Testamento dice: “Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna”, (Juan 3:14,15).

Los amorreos vivían al noroeste del Mar Muerto, por un río llamado Arnón. Moisés envió un mensaje al rey amorreo, el mismo mensaje que le había mandado al rey de Edom donde le pedía permiso para cruzar por su tierra. Pero Sijón, rey de los amorreos no dejó que los israelitas pasaran por sus dominios. Más bien, reunió a sus tropas y salió a hacerles frente en el desierto en Yahaza y los atacó. Pero los israelitas los derrotaron y se apoderaron de su territorio, desde el rio Arnón hasta el río Jaboc, hasta la frontera de los amonitas. Israel mató a muchos amorreos incluyendo su rey Sijón. Se apoderaron de las ciudades y se establecieron en ellas.